De oficio, restaurador de pianos

2023-03-08 14:34:51 By : Ms. Andy meng

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21 °C La Plata Miércoles 8 de Marzo, 2023

En La Plata, apenas son seis. Aprendieron el arte de reparar los instrumentos a partir de una mezcla de observación e inventiva constante

Martín Skrt trabaja junto a sus compañeros, Ana Vocaturo y Luciano Schroh, a quienes les enseñó parte del oficio.

En la era del comprar, usar y desechar, el piano sigue siendo un objeto preciado y cada una de sus partes es valorada por músicos, coleccionistas, aficionados y, sobre todo, por los restauradores. En La Plata hay apenas seis personas dedicadas a esta especie de resurrección del instrumento y en Argentina el número de afinadores es muy bajo: unos 50. La dificultad para crear una industria de piezas y herramientas de restauración de pianos hace que la mayoría de las veces haya que importar esos elementos. La alternativa es crearlos, como estos verdaderos orfebres de la música: los restauradores de pianos.

El oficio de restauración es una mezcla de saberes, técnica y magia, y representa una puja entre la tradición y la innovación. El piano, inventado y creado hace cuatro siglos, conlleva en su fabricación el trabajo de diversas disciplinas mecánicas y físicas sobre materiales como el metal, la madera, el marfil, distintos tipos de paños y hasta el plástico. Y, como todo objeto creado en la época del “que dure para siempre”, es común que un piano del 1900 aún reluzca y suene en la casa de algún conocido.

Su valor no es solo musical. En 2014, el Conservatorio de Música Gilardo Gilardi de La Plata impulsó una performance artística con más de 80 piezas de pianos destruidos en la inundación de abril de 2013. Y Gerardo Guzmán, su director, impulsa un proyecto para que el artista y escritor platense Juan Pablo Pettoruti, realice una intervención sonora con las arpas de esos pianos en el parque del conservatorio, dándole vida a cada elemento que fue parte del despiece.

Un cartel sobre el botón del timbre del taller Skrt Pianos anuncia con letra imprenta roja: “no funciona”. El portón de chapa tiene cuadrados de vidrio y de plástico y es difícil elegir sobre cuál superficie golpear para que se escuche en el interior. Martín Skrt (34) abre la puerta. Tiene pelo, patillas y barba rubias y lleva puesto un delantal gris oscuro con el logo de Skrt pianos a la altura del pecho.

Adentro reina un silencio absoluto que contrasta con la innumerable cantidad de herramientas, muebles, piezas y partes de pianos ubicadas por toda la superficie del espacio de la casa que Martín destinó para el taller. En un rincón, debajo de uno de los dos inmensos ventanales, Ana Vocaturo (30) trabaja minuciosamente en la martillera de un piano. Minutos después llega Luciano Schroh (27) y con él se completa el equipo. Se coloca el delantal y comienza a laquear la madera de un piano Erard, vertical, fabricado en Francia en 1909.

“Lo que no se puede comprar, se inventa o se fabrica”

Esta mañana Martín está reformando una herramienta que sirve para ajustar los tonos, en la que viene trabajando desde hace años. Es una versión simplificada de la que vendió a una fábrica en Alemania, en 2014, y que finamente no pudo fabricarse porque el costo de producción era elevado: “Cuando una fábrica encara una herramienta tiene que ser fácil de hacer y yo le puse mucha piecita, mucho tornillito”. La propuesta de Martín es que la herramienta pinche el martillo de manera mecánica y así evitar que la fuerza manual quiebre piezas delicadas.

Skrt nació en Patagones y desde muy chico estuvo vinculado al trabajo mecánico y de herrería: no hubo un quiebre cuando decidió dedicarse a la restauración de pianos, sino más bien un conjunto de sucesos que se fueron encadenando.

En 2004, instalado en La Plata y estudiando música en la Facultad de Bellas Artes, realizaba reparaciones de guitarras cuando una conocida lo llama de Capital Federal para afinar un piano. Martín se había fabricado su propia llave de afinar pero el problema era que el clavijero de metal estaba caído hacia adelante. “Le fabriqué toda una estructura de metal, hice las plantillas. Una locura, totalmente una locura que hice porque sabía trabajar el hierro. Yo dije ‘esto va a andar’ y anduvo”.

Dos años después de esa experiencia, Skrt pasó varios meses como aprendiz en el taller del reconocido afinador Marco Naya, en donde descubrió de qué se trataba la atmósfera de un taller de pianos y donde también fue aconsejado por otros técnicos de largo oficio como Julio Pelassini y Fabio Foresi. Allí desterró un primer mito: que en los talleres de pianos pueden pasar meses enteros en los que no se escucha una sola nota.

Para llegar a crear este espacio de trabajo, a lo largo de 10 años Martín compró, desarmó y restauró infinidad de pianos, a los que luego vendió: 55 para ser exactos. Además tomó cursos en Alemania y formó a los compañeros con los que trabaja. “El tema de formarse haciendo es muy delicado. Hay mucho prejuicio con lo autodidacta porque se puede trabajar con muy poco, podés salir a afinar pianos con nada. Pero el tema de saber el funcionamiento de la mecánica te hace resolver problemas más rápido, ¿qué pasa?, ¿por qué repiten? Si no comprendés la mecánica, no llegás a determinados resultados y engañás al dueño del piano”, explica.

Ana se incorporó al proyecto hace seis años. Trabaja en silencio, rectificando pieza por pieza la martillera de un piano. Revisa los fieltros, reemplaza los que están gastados, lija las imperfecciones. Luciano laquea la madera del Erard con paciencia. Martín le indica que la tonalidad está quedando un tanto oscura y Luciano le explica que falta lijarlo una vez más.

En la restauración completa de un piano hay trabajos que son indispensables para que el instrumento funcione, como la mecánica y la regulación, y hay otras cuestiones, como la estética, que no influyen directamente en el sonido y cuyo trabajo se vuelve impagable o difícil de facturar debido al tiempo que demanda, pero que constituyen una inversión. “Hay gente que se desprende del instrumento o lo cambia. O que dice: ‘yo toco y el piano anda feo, lo quiero cambiar’. Y yo voy, lo miro, y al piano nunca le rectificaron la máquina. Pero bueno, los afinadores no hacen la máquina”, sentencia Martín desterrando el segundo mito: el que dice que el afinador de piano, tiene un aura especial.

MIRAR, DESPUÉS HACER

La inundación del 2 de abril se llevó del Conservatorio de Música Gilardo Gilardi nueve pianos verticales, dos de cola y uno eléctrico. Esteban Difeo, afinador de algunos de los pianos del conservatorio, recorrió junto al director, Gerardo Guzmán, los hogares de quienes se habían propuesto donar pianos. Casa por casa fueron viendo lo que la gente ofrecía y así incorporaron dos pianos de cola y una decena de verticales. Que Esteban fuera quien realizara esta selección no es producto del azar: hace 10 años que afina, repara y restaura pianos.

Su curiosidad por el oficio comenzó cuando llegó a su casa un piano que había pertenecido a su mamá. El piano tenía un montón de problemas y el primer paso fue llamar a un afinador al que Esteban observaba trabajar atentamente. Él le explicó algunas cosas, le dio materiales e hicieron reparaciones en ese piano, pero pasó algún tiempo hasta que quiso aprender realmente a restaurar.

Tiempo después, en un taller en Buenos Aires, se despertó su interés por aprender, pero René, el dueño, se negaba a explicarle: “Le decía ‘te cebo mates’ y él me respondía ‘no tomo mates’, ‘puedo barrer’ y él me decía ‘ya viene una chica que barre’”. Insistió hasta el cansancio y terminó yendo tres veces por semanas, durante un par de años.

Esteban habla rápido y maneja tanta información que pierde el hilo de la charla. Ceba mates en la cocina de su casa, que es el punto medio entre la parte de adelante, donde tiene los pianos completos y exhibidos, y el fondo, donde está el taller, que hoy está ordenado pero que “es Kosovo”. Para él, el oficio se aprende primero con observación, y después haciendo: “El dueño del taller te dice ‘bueno, hoy vamos a pulir las teclas’. Lo hace con una, con dos, te mira hacerlo dos veces y después, bueno, te quedan 84 teclas”, ríe.

Como músico y restaurador conoce a muchos pianistas que, ante el miedo de romper alguna pieza y la dificultad para conseguir los repuestos, llaman a un profesional. Y si bien la máquina tiene su complejidad, “no es una cirugía”. Esteban se encarga él mismo de todos los procesos: la máquina, la madera, la regulación y la afinación. Toma trabajos que sabe que puede abarcar, tanto en tiempo como en espacio, pero también teniendo en cuenta los materiales y el tipo de reparación que el piano necesita, estableciendo criterios con sus clientes a partir de un conocimiento general de los materiales.

El oficio de los restauradores de pianos también tiene su ala conservadora, y esto se nota especialmente en la selección y el uso de algunos elementos y el repudio enérgico a la utilización de piezas de plástico. Esteban busca crear un modo de trabajo más relajado y resolutivo, y se burla de esta situación: “Hay gente que te dice: ‘Esto siempre se hizo con cola vinílica’. ¡Pero esto se hizo con cola vinílica en 1920 cuando no había otra cosa. No es que había 180 mil pegamentos y justo eligieron ese!”, remata.

Parado delante del piano con el que estudia música, un Ortiz & Cussó de 85 teclas fabricado en Barcelona, Mauricio Seminara (33) desafina groseramente una nota y, con la llave en la clavija, comienza lentamente el proceso de afinación. Cuando da el golpe final sobre la tecla, sonríe. “La parte de restauración es algo que fui elaborando yo mismo”, anuncia.

Muchas veces Mauricio iba a afinar un piano y se encontraba con que tenía un montón de problemas accesorios para resolver y poder finalmente afinar: tenía que regular, arreglar teclas que se trababan, conseguir martillos que faltaban, entre otras cuestiones que excedían la tarea para la que había sido llamado.

Esto, sumado a su curiosidad y a que el piano es el instrumento que estudió y que continúa estudiando, lo impulsaron a introducirse en la restauración. Comenzó a averiguar acerca del escaso circuito de las piezas y las herramientas, y descubrió lo esencial de este oficio, además de la paciencia: lo que no se puede importar se inventa y se fabrica.

Seminara toca el piano desde muy pequeño y el mundo de la restauración le abrió sus puertas de otra manera: quería acceder al conocimiento pero no encontraba quien se lo transmitiera en el ámbito de un taller. Había estado manipulando su propio piano y los de algunos amigos, explorándolos, con aciertos y errores. Entonces, hace cuatro años, hizo un curso de afinación en Capital Federal, con Juan Alberto Schultis, quien además de enseñarle la técnica de afinación aural le brindó, de forma introductoria, herramientas teóricas y prácticas del despiece de pianos de cola y vertical y la función de cada una de esas piezas.

“El oficio se aprende, primero, con observación y luego haciendo”

Gerardo Guzmán Restaurador

Como en todo oficio, es a partir de conocer al cliente y lo que se va a reparar que se establece un modo de trabajo. Mauricio observa el estado general del instrumento, la marca y otros detalles, y después le consulta al cliente qué intenciones y posibilidades económicas tiene de restaurar el piano, y cuál es la función que va a tener el instrumento, porque hay arreglos que se tornan impagables y tener el piano parado tampoco es útil.

Mauricio explica que “hay pianos a los que les hacés un arreglo para que quede afinado, pero no va a quedar como para una persona que va a estudiar ocho horas por día, no le cambiás todos los resortes, no le grafitás la máquina. Cerrás los ojos y a esas cosas las pasás por alto”.

En su taller, una extensión del garaje que él mismo techó y acondicionó, tiene pianos propios que va restaurando lentamente y en los que prueba y aprende mecanismos y cuestiones que luego le permiten trabajar con mayor facilidad y eficacia en los pianos de sus clientes.

Coincide con Esteban en que el piano y su ambiente tienen un aura conservadora y cierta mística, y menciona, de manera resumida, algunos motivos: “Tiene como cuatro siglos de historia, es un instrumento que tiene mucha carga, hay mucha música hecha para piano, es un instrumento súper versátil, todo se puede tocar con piano y bueno, tiene esto de que las familias de bien tenían un piano, aunque hoy es un poco más sencillo conseguirlo”.

Mauricio habla serenamente. Plantea el tema de la apertura de los conocimientos y cómo establecer criterios de trabajo con los colegas. “Algo que estaría bueno es que podamos pensar en algo más grande. Hay mucha gente que cuida su propio espacio y la manera de cuidar a veces no es tan humana. A mí, que me estoy metiendo de a poco, me cuesta un montón el reconocimiento de mis pares”, concluye. Y es que, al ser tan pocos dedicándose a revivir instrumentos centenarios, las posibilidades de convertirse en una cofradía de restauradores de pianos son inmensas.

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Martín Skrt trabaja junto a sus compañeros, Ana Vocaturo y Luciano Schroh, a quienes les enseñó parte del oficio.

En su taller, Mauricio Seminara restaura pianos propios en los que prueba mecanismos y herramientas / pablo busti

Esteban Difeo exhibe los pianos restaurados en un espacio del interior de su casa que destinó exclusivamente para eso / Dolores Ripoll

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