El Gijón de 'Volver a empezar', del gris al color | El Comercio: Diario de Asturias

2023-03-08 14:24:08 By : Mr. Guanglin Wang

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40 ANIVERSARIO DEL ESTRENO DE 'VOLVER A EMPEZAR' ·

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Gijón no siempre fue una ciudad limpia, conexa, articulada, con espacios de ocio públicos, centros municipales, museos, bibliotecas, con fachadas saneadas y con un atractivo puerto deportivo. No han pasado muchos años de los últimos estertores del desarrollismo. Las décadas de 1960 y 1970, que llevaron consigo por todo el territorio nacional una decantación de necesidades heredadas del franquismo, sirvieron de disparadores de los intereses inmobiliarios de los propietarios del suelo; durante esos 20 años se asestó la mayor puñalada contra el patrimonio edificado, como fue la desaparición de chalets, palacetes y edificios-cine —todos de función singularizada— para levantar gigantes y cabezudos edificios de viviendas como signo del progreso. Allí se introducirían usos residenciales, oficinas, clínicas, comercios y hostelería en sus bajos.

Mientras se levantaban estas moles anodinas no se estaba mirando para los cascos históricos de las ciudades, los cuales llegaban a los primeros años de la democracia aquejados de la denominada 'lepra': casas y edificios singulares que perdían su piel, sucios y ennegrecidos, que presentaban estados semirruinosos, grandes piezas como palacios y capillas cuyos propietarios ya no podían mantener... El número de espacios verdes brillaba por su ausencia, lo que primaba era ganarle metros a las aceras y a los espacios libres. En ciudades genuinamente industriales como Gijón, las grandes factorías ocupaban decenas de miles de metros cuadrados en el seno de la urbe; las infraestructuras de transporte lineal (las estaciones y sus parques de vías) las acompañaban y favorecían la fragmentación territorial y el efecto barrera. La esencia económica y sociológica del barrio alto, Cimavilla, era pesquera y abría sus angostos brazos hacia el puerto viejo, donde dicha actividad ya estaba en claro retroceso.

¿Cómo era Gijón cuando se rodó 'Volver a empezar'? Como bien muestra la película, la ciudad se encontraba en plena crisis industrial de la siderurgia, el sector naval y la factura textil. Todavía convivíamos en un paisaje urbanísticamente polarizado: un este de función residencial para las clases medias-altas recién terminado de consolidar hasta El Bibio y El Coto, y una mitad occidental de corte proletario que no era sino un paisaje de grandes fábricas, chimeneas echando pestilentes humos y un perfil costero de grúas de astilleros. Sin ir más lejos, a comienzos de la década de 1980 todavía quedaban instalaciones militares en el cerro de Santa Catalina y en el cabo de San Lorenzo.

Aquel Gijón que tanto embelesaba a Albajara era un Gijón fosilizado, un Gijón con muchos reductos de insalubridad bien en forma de poblados chabolistas periféricos o bien en forma de supervivientes ciudadelas en los patios de manzana de Cimavilla, como el callejón de las Fieras; de La Arena, como las de Celestino Solar (calle Capua) y la Carpintería (calle Aguado), y de El Natahoyo, como la de El Cortijo. Del mismo modo que esto se acompañaba de grandes industrias todavía incrustadas en la población como la Fábrica del Gas, la de Tomás Zarracina, la de Vereterra y Cangas, la de loza La Asturiana, la de Moreda, la de la Sociedad Electra Industrial, la de Orueta, la de Laviada, la fábrica de vidrios La Industria... Según el Censo de 1981, el municipio de Gijón rondaba los 254.000 habitantes para una extensión de 185 km2. Unos 45.716 efectivos trabajaban en el sector secundario y 32.287 personas lo hacían en el sector servicios. Esto fue tornándose muy rápidamente hasta finales de la década. El sector primario y el secundario entraron en claro retroceso.

Gijón, al calor del Plan Rañada de 1986, comenzó un proceso de creación de espacios de ocio públicos municipales como símbolo de ejercicio democrático: la redistribución de derechos y posibilidades a todos los habitantes de sus barrios y parroquias. La ciudad, salvo unas excepciones muy concretas, no contaba con museos, no tenía pabellones polideportivos, no tenía piscinas, no tenía centros municipales (servicios administrativos, bibliotecas, salas de lectura, salones de actos), no tenía parques barriales excepto algunos casos concretos y hasta había perdido sus playas occidentales, herederas del histórico arenal de Pando, para hacer los muelles de Fomento y la punta Lequerica. Fue, sin duda, el Gijón de Palacio primero y de Tini Areces después. De la mano de este alcalde, Gijón vivió los años de su mayor adaptación urbanística de la historia y fue un ejemplo para el resto de ciudades españolas.

Este PGOU era de una necesidad imperiosa y para acometerlo con la más que necesaria presteza se recurrió a la figura de los Planes Parciales y de los Planes Especiales de Reforma Interior (PERI). Eran instrumentos propios de la planificación sectorial mucho más versátiles y con una tramitación y ejecución más ágil.

Así, el Plan Especial del Puerto Local, dirigido por los arquitectos Fernando Nanclares, Jesús Menéndez, Nieves Ruiz y Juan González Moriyón, dio un giro estético y funcional de 180 grados a nuestro puerto viejo en 1985, con una importante reconversión de los muelles como paseos. En el film de Garci, Ferrandis vislumbra la decadencia del puerto viejo sin dragar con las lanchas de cabotaje varadas en el embarrado fondo, una constante cada vez que había marea baja. Con esta transformación integral, el puerto pasó a posibilitar un total de 748 atraques, incluyendo los muelles de la antigua Sociedad de Fomento.

De 1985 también son los PERI de Cimadevilla y del cerro de Santa Catalina. El Plan de Recuperación y Protección del Centro Histórico de Gijón, firmado por los arquitectos Francisco Pol y José Luis Martín, supuso un profundo cambio funcional, físico y social del barrio alto que no llegaría a vislumbrarse hasta 1992. Como se ha dicho, en Cimadevilla había droga, había clubes de alterne, la maleza aparecía por las infratratadas callejuelas, no era infrecuente encontrarse embarcaciones secando junto a las casas, los edificios estaban desocupados, otros se encontraban en mal estado de conservación, carecía de servicios municipales básicos... Este plan intervino en el adecentado de las fachadas, en las obras de reparación de cubiertas, en la restauración puntual de edificios y en la rehabilitación de muchos otros, siendo los menos derribados para crear espacios libres. Actuaron de manera importante en el eje de plazas para suprimir el tráfico rodado, peatonalizarlas y eliminar su uso como aparcamientos, a la vez que enfatizaba la imagen turística de la foto por excelencia de Gijón: el conjunto del palacio de Revillagigedo, la colegiata de San Juan Bautista, la estatua de Pelayo (1881) y el puerto deportivo.Por su parte, con el PERI del cerro se pretendió recuperar la vieja aspiración de Jovellanos para crear un gran parque público en la ciudad histórica, culuminado con el 'Elogio del Horizonte', en 1990, la obra de Eduardo Chillida.

Se encontraba en franco retroceso el sector naval de Gijón pero más aún la siderometalurgia. El urbanismo democrático entró pisando fuerte y llevó a cabo lo que denominamos parquizaciones postindustriales en dos etapas fundamentalmente: una al calor del PGOU de 1986 y otra en la primera mitad de la década de 1990. El PERI 2 o 'PERI de las Estaciones', que se vio concluido con los de las playas de Poniente y del Arbeyal, propició la desindustrialización de El Natahoyo y la ulterior creación de la nueva fachada marítima occidental con las nuevas playas artificiales. El paisaje de naves y grúas de astilleros que capturó José Luis Garci en sus planos no tardó en ir desapareciendo del oeste de la ciudad. La intervención conllevó la conversión de la antigua estación del ferrocarril del Norte en un museo.

De la estación del Ferrocarril del Norte bajó Antonio Ferrandis sus maletas para meterlas en el maletero de un taxi con dirección a su hotel. En el momento del rodaje de la película aún estaba operativa. Esta dotación, situada al final de la calle Marqués de San Esteban, había sido proyectada por el ingeniero Melitón Martín e inaugurada en julio de 1874 con el trayecto Pola de Lena-Gijón. La estación de Renfe detuvo su servicio en enero de 1990, cuando fue empleada como comisaría de la Policía Local mientras Joaquín Aranda rehabilitaba el antiguo parque de bomberos. El Museo del Ferrocarril abrió al público en 1998.

Podía advertirse ya en 1981 el paso de los años en la fachada caliza de la nueva Pescadería Municipal que vino a sustituir a la antigua (1859), situada enfrente, adosada al paredón de San Lorenzo. Antonio Ferrandis distraía su contemplativa mirada hacia la misma a pie de arena, junto al pedrero de San Pedro. En aquella pescadería, proyectada por Miguel García de la Cruz e inaugurada en 1930, convivían un paisaje y un paisanaje bien arraigado en nuestra ciudad y sobre todo en el vecindario del barrio alto: las pescaderas, distribuidas en 160 puestos. Hoy es un edificio administrativo.

José Luis Garci no pudo esconder su afición al fútbol. Uno de sus colores fetiches es el verde en la película, o en sus películas, y no un verde cualquiera, por eso elige Asturias, pero mucho más concretamente se decantó por el verde de El Molinón, con la ropa de los jugadores tendida secando en el fondo norte. El Molinón es la catedral laica de Gijón, el campo en activo más antiguo de España. Vaya año para Gijón el de 1982, cuando 'el templo' fue sede del Mundial de España de Fútbol el mismo año que se estrenó la película.

Por vez primera aparece en un documento audiovisual de enjundia la Escuela de Futbol de Mareo, una compilación de planos que mostraban el atardecer sobre la antigua finca de Bárbara Alvargonzález que fue comprada con la venta del campo de futbol de Los Fresno en El Llano y el fichaje de la venta de Churruca. Allí se celebra una comida del club con motivo de la visita de Albajara, al que calificaban como uno de los mejores mediocentros que tuvo el club —sí, nuestro ficticio Nobel local de literatura jugó en el Real Sporting—, también aparece el antiguo jugador Corsino.

Antonio Ferrandis y Encarna Paso nos mostraron la primera y única imagen conocida en color del merendero Ideal Rosales. Los planos de 'Volver a empezar' también nos permitieron ver los restos del antiguo quiosco de música donde actuaban las orquestas y cantantes. En diciembre de 1981 se construyó la carpa de la discoteca Tik, de los socios Yolanda Aláez, Quilo Estrada y Falo San Juan.

El paisaje de terrazas cubiertas y entoldadas de la calle Corrida, con este vial compatibilizando la peatonalización de su tramo inicial como el bulevar que fue originalmente y la calle abierta al tráfico rodado entre las plazas del Carmen y del Seis de Agosto. El caminar de Ferrandis nos mostró el despliegue de mesas de las cafeterías que se concentraban en el viejo bulevar decimonónico: Tivoli, Guinea, Club de Regatas, Mayerling...

El taxi negro lo dejaba enfrente del teatro-cine Robledo, el primer edificio-cine proyectado en la ciudad por Manuel del Busto e inaugurado en mayo de 1917. Tenemos que agradecerle a Garci también que nos mostrase la primera imagen en color de este cine con el rótulo luminoso amarillo encendido. El Robledo cerró en junio de 1991. 'cine Robledo' fue el título de la primera gran obra de Albajara, editada en los Estados Unidos, con la que ganó el premio Nobel y la favorita del Rey Juan Carlos de Borbón.

Por el retrovisor del taxi podemos ver tres emblemas de la historia comercial gijonesa que fueron testigos del rodaje: la tienda de tejidos La Sirena (hoy Zara), la centenaria confitería La Playa, el contiguo quiosco La Caracola (1975) y el supermercado Simago enfrente. Ese Simago abrió en 1960 y fueron los primeros grandes almacenes modernos de la ciudad y el primer negocio en instalar escaleras mecánicas. La antigua calle Ancha de la Cruz de la Huerga que desembocaba en el arco del Infante o puerta de la villa, era, un siglo después (1981), una calle teñida de gris, copada por el bullicio, el denso tránsito de la gente por las estrechas aceras y no pocas señales adosadas a las vallas ya que estaba destinada al tráfico motorizado.

Con una serie de fugaces planos, 'Volver a empezar' nos enseña la pérdida progresiva de una de las cuatro grandes plazas de la historia de la ciudad, la del Seis de agosto, la entrada de la carretera Carbonera y de la de Oviedo, para canalizar, a espaldas de la digna Corrida, los carruajes y el carbón por la calle Libertad hacia el puerto viejo. El Mercado del Sur, proyectado por Mariano Medarde en 1899, aquejaba la misma decrepitud del resto de edificios gijoneses tras el desarrollismo, la plaza ya no era una plaza, era una rotonda plagada de coches y la estatua de Jovellanos había cambiado cuatro veces de sitio. Eso sí, contrastaba con la siguiente vista de la ovalada plazuela de San Miguel, la bisagra que se hizo entre el casco histórico y el ensanche decimonónico burgués tras el derribo de la muralla que cercaba la ciudad. Aún sigue dando sombra el denso ramaje de esos tilos cuya verde fronda hace las delicias en verano a modo de pérgola vegetal.

Entrañable escena cuando Antonio Ferrandis y Encarna Paso recuerdan [ella] cómo se besaron al paso del tren de Candás camino de El Musel. En ese momento se sinceró y le contó la verdadera historia, ella había apostado un duro con 'el Roxu' en el café Oriental. Estaban tomando un café en el salón de la rotonda, de abajo, en el pabellón de Santa Catalina del Club de Regatas. Este club sociodeportivo es uno de los más antiguos de la historia de Asturias, fue fundado en 1911 por un grupo de aficionados al deporte náutico, pero hasta 1915 no consiguieron hacer una sede física permanente en la antigua batería de San Pedro, en la falda oriental del cerro de Santa Catalina. Estas instalaciones fueron dinamitadas en la Guerra Civil y empleado su frontón como paredón de fusilamiento por las milicias republicanas. En 1943, los arquitectos Francisco y Federico Somolinos proyectaron el pabellón definitivo, oteando el Cantábrico, donde se rodó la película, con ese característico estilo racionalista náutico y sus amplios ventanales saludando a la bahía de San Lorenzo.

No podían faltar el Muro y la playa de San Lorenzo, aquel paseo marítimo que concluyó sus obras en el puente del Piles allá por 1915, tras diversas adversidades en la ejecución, y el arenal donde se concentraron los balnearios que aún dejan ver sus restos. Para Garci es un punto de encuentro fundamental y también de paseo, obviamente. Salir a caminar por el muro haga sol, frío, llueva o nieve -esto último rara vez- es una máxima. Ese gran proyecto de Miguel García de la Cruz con sus bancos modernistas -que aún se conservan en el parque de Isabel la Católica-, la Escalerona que proyectó José Avelino Díaz y Fernández-Omaña y que es otro de los iconos turísticos de Gijón, la barandilla del muro y la nueva iglesia de San Pedro al fondo, son algunos de los elementos que no podían faltar en el film.

Asimismo, no cabe olvidar que la playa de San Lorenzo fue un espacio de ocio de rebote, cuando la fragmentada playa de Pando quedó inoperativa a causa de la construcción de los muelles de Lequerica y Fomento: una población que tenía miedo al agua y no sabía nadar vio cómo los grandes balnearios para la burguesía y la aristocracia desplegaban sus palafíticas estructuras en la mitad occidental de este arenal, son los casos de La Sultana, La Favorita y Las Carolinas. De hecho, así lo recuerda Antonio Albajara en la película, los paseos que daba antes de exiliarse hasta los balnearios. Otro clásico: los partidos de futbol en la arena dura de la playa con marea baja. Seguro que no fue casualidad que Garci los retratase, pues así empezó la andadura del Sporting Gijonés, entrenando y jugando en la playa. No ha podido haber mayor promoción turística exterior para una ciudad como la de 'Volver a empezar'; en esa reunión de los puntos más fotografiados hoy en día, y en aquel entonces, a pesar de su estado de deterioro, parece que lejos de plasmar un viaje en el tiempo todo se muestra inmutable.

Un par de casitas de mediados del siglo XIX, una blanca y otra con unas hermosas galerías, fueron derribadas para ocupar su lugar el Hotel Asturias. Por el norte fueron testigos del cambio ornamental y funcional del antiguo salón de los Valdés, cuando era un espacio de ocio privado cercado con muretes y ornado con bancos, pedestales y copas. Era un paseo isabelino de verano. Manuel Meana Canal, natural de la parroquia de Fano, abrió la hostería-restaurante El Laurel, una casa de dos plantas con 15 habitaciones, que ocupaba la parcela donde ahora se encuentra la recepción del hotel Asturias.

En 1922 le encargó la proyección de un hotel al arquitecto Miguel García de la Cruz tras la adquisición de la parcela donde hoy se halla la cafetería y unió ambos inmuebles bajo el nombre de Gran Hotel Asturias. En 1946 adquirió el edificio lindante con el campo Valdés y la plaza de Jovellanos, donde se hallan el comedor en planta baja y los salones en altura, gracias al préstamo de Baldomero Alonso, el administrador de Álvaro Armada (conde de Revillagigedo), que le permitió alcanzar las 80 habitaciones y 11 años después alcanzó el máximo de estancias de la actualidad con 125.

Allí, en un dormitorio con vistas a la plaza Mayor, mientras el protagonista Antonio Miguel Albajara echaba una cabezadita, aparecía en escena EL COMERCIO, llevando en portada la noticia de la vuelta de este Premio Nobel de Literatura tras cuarenta años de ausencia. Buena parte de la película transcurre por la recepción, los pasillos, la habitación y hasta la cocina del Hotel Asturias, del que se aprovecha para salir por la puerta trasera para escapar de la prensa, arremolinada en la recepción.

Seguramente sin saberlo, Ferrandis subía por la cuesta del refugio antiaéreo de Cimavilla. Un enclave para la seguridad ciudadana tremendamente importante para los vecinos del barrio alto durante los bombardeos aéreos del bando nacional en la Guerra Civil. Un enorme refugio con tres accesos, uno de ellos daba a la plaza del Lavaderu. Ante él, la icónica casa Paquet, un espléndido hito del estilo regionalista montañés realizado por el arquitecto Miguel García de la Cruz en 1918, con su característica torre en esquina con aleros volados y veleta, y en fachada, imitando a los palacios barrocos, un sólido armamento de sillería arenisca. Al otro lado, dos pequeños y finiseculares edificios que sobreviven: el del ajetreado bar Escocia (hoy apuntalado y en ruina) y el de la Facultad de Derecho, junto a la colegiata de San Juan Bautista (capilla anexa al palacio de Revillagigedo).

Después se detuvo a divisar el estado del viejo puerto pesquero y carbonero. Un puerto que ha evolucionado formalmente en el tiempo a partir de una estructura de diques y muelles tanto del estado como privados. El primero data del siglo XV, un cay o muelle de mar que mediada la centuria siguiente se cerró formando una dársena con un muelle de tierra o contracay. Ese primer cay fue ampliado en 1871 por la sociedad de Florencio Valdés y fue denominado muelle Victoria, que es donde se asienta la Rula, primero gestionada por la Cofradía de Pescadores y, tras el PERI del Puerto Local, acondicionada como sala de exposiciones. Al fondo aparece el palacete regionalista que Enrique Rodríguez Bustelo proyectó para la sede de la Sociedad de Fomento, popularmente conocido como el edificio del Banco Urquijo, que fue checa republicana y casi un siglo después alberga provisionalmente la redacción del diario EL COMERCIO. Una curiosidad, esa escena también nos enseña un segundo plano del primer party-boat de Asturias, los 62 metros de eslora del famoso 'Ciudad de Algeciras' basados junto al muelle del Carbón. En diciembre de 1984 fue desguazado ante su estado de alto deterioro.

Era un puerto por el que se paseaba, sí, pero no era un puerto para el paseo. Estaba circundado por raíles de grúas que sustituyeron a los primiseculares 'drops' de descarga del mineral y fabricados metálicos. No había vallas y no fueron pocos los sustos y las desgracias, como el fallecimiento de un abuelo que no sabía nadar por tirarse a salvar a su nieto o coches yendo a parar al agua. Estos muelles también fueron escenario de actuaciones de la banda de música en los festejos veraniegos, de combates navales simulados, de cucañas de mar, de competiciones de natación y de partidos de waterpolo. Pero también de ese decadente estado de una actividad económica básica para el barrio alto como la pesca, con esas embarcaciones de bajura posadas muchas veces en el embarrado fondo sin dragar. La Rula, la Aduana, la fábrica de hielo, la comandancia de marina, el edificio del garaje Pelayo y el del naviero Óscar Olavarría son algunos testimonios arquitectónicos que se muestran tras los pasos de Ferrandis.

En 'Volver a empezar', aparece la enamorada pareja dirigiéndose hacia el Teatro Jovellanos. La cafetería Auseva, inaugurada en julio de 1966 por Celestino Nosti y Margarita Huerta, fue testigo de su paso hacia este renombrado coliseo que abrió sus puertas, en 1899, como Teatro Dindurra con su ambigú homónimo, este en 1901. El paseo de Begoña fue inaugurado en 1875 como paseo de Alfonso XII con un pavimento de tierra compactada, escasez de puntos de alumbrado y una importante alameda como arbolado predominante. Durante el rodaje de 'Volver a empezar' se podía ver la configuración zonal heredada a lo ancho del paseo, que era una especie de rambla con una avenida central para el paseo pedestre y dos andenes laterales para el tráfico rodado con otros dos tramos estrechos de viario peatonal. Los coches se aparcaban delante del teatro.

El palacete mal llamado 'martillo de Capua', que fue promovido por el entonces alcalde Alejandro Alvargonzález, fue obra de los arquitectos Rodolfo Ibáñez en 1888 y Mariano Marín Magallón (1899). Este ecléctico palacete se confirma en el espacio a partir de una visualización simétrica con dos edificios de viviendas a cada lado siendo especialmente reseñable su terraza hacia la playa, la prominente rotonda decorada con cariátides y la ya perdida cúpula de la torre central. En 'Volver a empezar' podemos verlo en diferentes secuencias, pero en 'Asignatura aprobada' (1987) se rueda dentro. Se trata de la primera gran construcción del ensanche decimonónico burgués, hacia el barrio de La Arena, que pudo hacerse realidad tras el derribo de la muralla que discurría por la calle Capua. Qué contraste: la primera manzana y la primera gran construcción del barrio de La Arena para la alta burguesía, pero también la que escondía dos ciudadelas en su patio y una de ellas, la de Celestino Solar, estaba ocupada cuando se hizo la película y es hoy un centro de interpretación.

Encarna Paso y Antonio Ferrandis también coquetearon en el güeyu Deva. Estamos hablando del lugar de nacimiento del río Peñafrancia. Un güeyu es un ojo, un boquete, una oquedad, en este caso en piedra, de la que surge el agua. Históricamente se conocía como río Deva, hasta que en el latifundio de Peñafrancia, propiedad de los condes de Revillagigedo y marqueses de San Esteban del Mar de El Natahoyo, se construyó una capilla en 1691 a instancia de Luis Ramírez de Valdés. Este enclave es un rincón idílico bajo la sombra de los bicentenarios robles, con la fuente, los puentecillos de piedra, la pequeña cascada del río y el lavadero-bebedero. Se trata, pues, del mayor complejo hidráulico del municipio de Gijón. Un lugar, como todos los anteriores, para volver a empezar.

Hablar de 'Volver a empezar' es volver a recordar mi niñez y mi adolescencia, unidas indisolublemente al cine. Hay muchas maneras de amar el cine y a mí me llegó, creo, de una manera poco habitual, de la mano de mi padre, Benigno Jiménez. Benigno, Beni para los amigos, era el gerente en Gijón del circuito Fernández Arango (Arango, Robledo, María Cristina, Goya, Albéniz, Brisamar, Avenida, Roma), y esta particular profesión, no la de gerente, sino la de gerente de una cadena de cines en aquella época, impregnaba nuestro día a día como familia, con horarios distintos, rutinas de trabajo diferentes y sobre todo, con acceso ilimitado a algo que para los demás era bastante más complicado: ir al cine siempre que quisiéramos. Recuerdo que llegué a utilizar las antiguas oficinas del Cine Hernán Cortés como sala de estudios mientras hacía la carrera. Es impresionante el silencio de una sala de cine vacía. Nunca he tenido claro si yo descubrí el cine o el cine me descubrió a mí. El tiempo me ha hecho ver que lo que para mí era normal: no lo era tanto; la cercanía con los actores durante las temporadas de teatro, asistir a estrenos, tener afiches de todas las películas como decoración… y entre estas «normalidades», vivir de cerca el rodaje y el estreno de 'Volver a empezar', como era de esperar. En 1981, yo era un adolescente muy aficionado al cine y a todo lo que le rodea. Con 13 años, la información 'privilegiada' que mi padre me daba al llegar a casa sobre cómo había ido el rodaje, qué actores estaban grabando o simplemente, qué le había dicho Garci ese día, alimentaba mi pasión y curiosidad sobre lo que estaba ocurriendo en Gijón, sin darme cuenta del momento histórico que se estaba viviendo. Uno de los escenarios que mejor recuerdo, y con más cariño, es El Molinón en ese partido inolvidable Sporting-Atlético de Madrid, que quedó para siempre inmortalizado bajo la dirección de Garci. Mi padre no era demasiado futbolero, así que yo siempre iba al partido acompañado de un amigo suyo, Gerardo, también estrechamente vinculado con el cine. Subiendo hacia la 'tribunona' me topé de frente con todo el set de rodaje, con sus cámaras, luces y atrezo. Acercándome un poco más, atisbé a aquel señor de barba espesa «culpable» de todo aquel lío. Gerardo se acercó y mantuvo con Garci una pequeña conversación, me presentó como el hijo de Beni y tras unos momentos accedimos a nuestros asientos. Algo me decía que ese iba a ser un encuentro especial en mi vida. Aquel día El Molinón brilló más que nunca. El partido fue memorable, como casi siempre en aquella época, y ganamos 3-2 al Atlético de Madrid. Días después tuve un fuerte dolor de estómago y me pasé tres días en el hospital, con lo que mi padre no tuvo demasiado tiempo para hacer las habituales visitas al rodaje. Luego me contó que José Luis Garci se había interesado por mí. ¡Qué grande! El rodaje terminó y todo volvió a la normalidad en Gijón hasta que, en marzo de 1982, a las 12 del mediodía, yo salía junto a mis compañeros del colegio Jovellanos y observamos mucha gente en las escaleras de la entrada del teatro Arango. Por supuesto nos acercamos y vimos cámaras de televisión y varios periodistas rodeando a José Luis Garci al que acompañaba mi padre, que, al verme, me dijo que me acercase y me lo presentó. ¿Saben qué me dijo? Se interesó por mi salud y me preguntó si ya estaba recuperado. En ese momento, y con varios de mis compañeros mirando la escena con sorpresa, me sentí un poco importante, he de confesarlo. En 1983, Garci volvió a Gijón a presentar una de sus obras maestras acompañado de Alfredo Landa y María Casanova: 'El Crack 2'. El acto tuvo lugar en el teatro Arango y yo acudí con mi padrino, que también se llamaba Alfredo, y, antes de que empezase la presentación, tengo la imagen grabada, estuvimos con Alfredo Landa tomando un café en la desaparecida cafetería Arango. Garci también rodó en Gijón 'Asignatura aprobada' en 1986. Durante este rodaje recuerdo que todo el equipo de producción, con Garci a la cabeza, repasaba los copiones de las escenas en el cine Robledo para ir quedándose con las imágenes definitivas. A mí, ya con 20 años, empezaba a interesarme profesionalmente todo lo referente a este mundillo y acudí a una de aquellas sesiones, que, siendo sincero, se me hizo eternamente larga y, al final, no entendía nada y todas las escenas me parecían idénticas y, encima, sin sonido. Nuevamente, el estreno fue en el teatro Arango, en febrero de 1987, y yo tuve la suerte de conocer a una guapísima Victoria Vera. Después, creo que Garci no volvió a rodar nada más por aquí, pero nos queda a todos los gijoneses el recuerdo de cuando Gijón viajó a Hollywood y triunfó. Es historia del cine y de nuestra ciudad, aunque como dijo mi querido Juan José Plans (un grande que se nos fue): «el cine no puede, no debe, tener final, es una 'Historia interminable'».

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